En el principio, la oscuridad y el agua se cernían por doquier. La oscuridad era más espesa en ciertos lugares, agrupándose en un momento para disgregarse al siguiente, hasta que, finalmente, en uno de ellos apreció el primer ser humano. Ese hombre vagó a través de la oscuridad hasta que comenzó a pensar, a reconocerse como hombre y a considerar que todo eso debía servir a algún propósito.
Entonces, puso la mano sobre su corazón y sacó de él un bastón para tantear en la oscuridad y apoyarse en él cuando estuviera cansado. Luego creó dos pequeñas hormigas sacándolas de su propio cuerpo y las puso sobre el palo. Todo lo que hizo lo extrajo de su cuerpo del mismo modo que había sacado el palo de su corazón. La madera del palo estaba untada de sebo y, con ese maerial, las hormigas construyeron una pelota redonda en su extremo.
Entonces, el hombre tomó la pelota la puso en la oscuridad bajo su pie y, encaramándose a ella, la hizo girar mientras cantaba:
¡Yo hago el mundo y podéis ver el resultado!
El mundo ha sido terminado.
¡Así hago el mundo y podéis ver el resultado!
El mundo ha sido terminado.
Así cantó, llamándose a sí mismo el hacedor del mundo. Cantó y cantó mientras la pelota crecía a medida que daba vueltas y más vueltas, hata que, al final de su canto, había creado el mundo. Entonces cantó más rápidamente:
¡Dejálo!¡Déjalo!
¡Deja que empiece a partir de ahora!
Cuando el mundo estuvo hecho, el hombre extrajo de sí una roca y la dividió en varios pedazos, de los que hizo las estrella, a las que puso en el cielo para iluminar la oscuridad. Pero las estrellas no brillaban lo suficiente.
Luego hizo a Tau-mik, la Vía Láctea. Pero Tau-mik tampoco era lo suficientemente brillante. Entonces hizo la luna. Y todas esas cosas las hizo de rocas que iba sacando de su interior. Pero la luna tampoco era lo suficientemente brillante. Nada de lo que sacaba de sí podía iluminar la oscuridad.
Entonces se puso a pensar y, sacando de sí dos grandes escudillas, llenó una de agua y la cubrió con la otra. Luego se sentó y contempló las escudillas y, mienras estaba mirándolas, deseó que lo que quería se hiciera realidad. Y así fue como ocurrió porque el agua de la escuilla se convirtió en el sol y sus rayos resplandecían por la juntura que las separaba.
Depués de hacer el sol, el hombre levantó la escudilla de arriba y lo arrojó al este. Pero el sol no cayó al suelo, sino que se quedó en el cielo de donde nuna más es movió. Luego arrojó el sol nuevamente al norte y a poniente y al sur. Pero cada vez que lo hacía el sol quedaba inmóvil en el cielo. Entonces lo tiró una vez más hacia el este, pero esta vez cayó al suelo y rebotó y comenzó a ascender. Desde entonces, els ol no ha dejado nunca de moverse. Cada día da una vuelta al mundo, pero cada mañana sale nuevamente por el este.
The Indian's Book (1907) - Natalie Curtis
"El vuelo del ganso - Jospeh Campbell" (Ed. Kairós, pag 86) |